“DON SUPREMO DE DIOS”
“El Reino de Dios es como un comerciante que anda buscando perlas finas, cuando encuentra una de mucho valor va y vende todo lo que tiene, y compra esa perla” Mt 13, 45-46.
En el año 2015, dedicado a la vida consagrada, siendo Romano Pontífice su santidad Francisco, (nos encontramos 6 jóvenes en el noviciado agustiniano de Colombia, los cuales agradecemos a Dios por permitirnos vivir esta experiencia de inicio en la vida religiosa). Durante este tiempo se puede reflexionar sobre la importancia de los consagrados en el mundo actual, pues es un testimonio inmenso para la sociedad de hoy que encuentra “alegría” en las cosas superfluas y efímeras.
El papa Francisco se dirige, por medio de una carta apostólica, a todo el mundo católico dando a conocer los motivos de este año dedicado a la vida consagrada, y lo dice con las siguientes palabras: "He decidido convocar un año de la vida consagrada haciéndome eco del sentir de muchos y de la congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, con motivo del 50 aniversario de la constitución dogmática Lumen gentium sobre la Iglesia, la cual en el capítulo sexto trata de los religiosos. Dicho año comenzará el próximo 30 de noviembre de 2014, primer domingo de adviento, y terminará con la fiesta de la presentación del Señor, el 2 de febrero de 2016”. (S.S Francisco, 2014)
Quise basarme en el texto bíblico según san Mateo citado al principio del escrito para describir el aspecto más importante de nuestra vida cristiana católica, pues todos estamos llamados a la santidad, a la vida eterna y por lo tanto a estar en el Reino de Dios.
Esta perla fina debe ser muy especial para nosotros, pues es por la que luchamos en toda nuestra vida por medio de nuestros actos. Para nosotros, los religiosos, debe ser más especial todavía, pues hacer lo que hizo el comerciante (dejar todo para obtener lo que quería), no es fácil y la entrega debe ser total, pues no es solamente vender o dejar las cosas materiales sino también a las personas que amamos y que fueron importantes en nuestros primeros años de vida.
Un consagrado a la vida religiosa y sacerdotal debe tratar de estar alegre, esto lo dice su santidad Francisco “donde hay religiosos hay alegría”, por lo tanto la tarea nuestra es la de irradiar esa alegría de Cristo a todos los que se acercan a nosotros, creyentes y, en algunos casos, no creyentes que quieren encontrar a Dios por medio de los consagrados que se encuentran en su sociedad.
Estos fieles son de gran importancia, ya que de alguna manera se sienten identificados con el carisma del instituto al que pertenecen los sacerdotes y religiosos cercanos a ellos, pues lo podemos ver con algunos grupos juveniles, infancia misionera o, en nuestro caso, fraternidades seculares que se encuentran en nuestra orden. A ellos hay que tenerlos mucho en cuenta, pues dice el papa Francisco en la carta a los consagrados: “también os animo a vosotros, fieles laicos, a vivir este año de la vida consagrada como una gracia que os puede hacer conscientes del don recibido. Celebradlo con toda la familia para crecer y responder a las llamadas del espíritu en la sociedad actual” (S.S Francisco, 2014)
Por consiguiente, el consagrado tiene la tarea de vivir como Cristo en todos sus aspectos: alegría, paz, comprensión, bondad, entrega etc. Y esta última debe estar más presente que nunca, pues dice nuestro padre san Agustín: “Den lo prometido. Y como lo prometido son ustedes mismos, dense por entero a Dios, a quien pertenecen. Todo lo que den no les será disminuido, sino preservado y aumentado”. (San Agustín)
La vida consagrada, difundida por el mundo como una forma de existir después de la muerte de Cristo, es testimonio de ese amor que se entrega como el que Jesús nos enseñó en su paso por el mundo, pues el dejar cosas, personas, y convertirse en seguidor fiel de Jesús es un ejemplo grande para la sociedad, y además es un Don Supremo, pues así como lo fue el martirio en el comienzo de la vida religiosa y monacal, lo es ahora la vida consagrada sabiendo, pues, que los consagrados simplemente lo hacemos por una razón: Dios.
Fr. Cristhian Bernal, O.S.A.
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