miércoles, 22 de junio de 2016

AÑO DE LA MISERICORDIA Y VIDA AGUSTINIANA



“¿Qué es la misericordia?
No otra cosa sino una cierta miseria contraída en el corazón.
La misericordia trae su nombre del dolor por un miserable:
la palabra incluye otras dos: miseria y cor, miseria y corazón.
Se habla de misericordia cuando la miseria ajena toca y sacude tu corazón”
(San Agustín, Serm 358A,1).

Ya hemos transcurrido un trayecto de este año de la misericordia y lo que hemos podido reflexionar seguramente ha sido de gran riqueza para nuestra propia vida personal. Ojalá que no nos quedemos en simples discursos y contenidos teóricos de muy buen calibre, sino que en realidad aprendamos a vivir la misericordia con quien está a nuestro lado día a día.

Recordando la parábola del buen samaritano, por ejemplo, podemos descubrir allí que Jesús al responderle al doctor de la ley sobre quién es mi prójimo, le hace ver que no solamente debemos ver en el otro a nuestro prójimo, sino que nosotros mismos debemos en verdad ser prójimo de los demás (Lc 10,36). Algunas veces nos gusta que los demás se comporten de buena manera con nosotros, pero no pensamos en lo mismo cuando tenemos algunas diferencias con los demás. No debo esperar siempre que el otro se comporte como mi prójimo, sino que debo en primer lugar comportarme como prójimo del otro.
Desde este punto de vista, como agustinos, tenemos la grave responsabilidad y compromiso cristiano de asumir como característica fundamental de nuestra convivencia la fraternidad, que en el contexto de este año de la misericordia, se puede vivir asumiendo un sentido de “projimidad”. La vida en comunidad implica compartir todo lo que somos y tenemos, tanto nuestras cualidades y grandezas como, incluso, nuestros defectos y miserias. La vida comunitaria implica conocer al otro y dejarse conocer por los demás; es ayudarse mutuamente, es aprender a “soportar” al otro, es extrañar al otro cuando está ausente o enfermo, es celebrar con el otro los triunfos suyos y míos, y consolarnos mutuamente cuando las cosas no van bien. Vivir en comunidad implica también reconocer que el otro tiene y puede cometer errores como yo los puedo tener y cometer; es tener la suficiente confianza y respeto por el otro para tener la capacidad de corregirle y en otros momentos también aceptar la corrección del otro.
En este año de la misericordia, podemos asumir esta dimensión comunitaria, no como algo nuevo que apenas descubrimos por este año jubilar, sino más bien, como un renovar el espíritu agustiniano de vivir en la casa unánimes con una sola alma y un solo corazón en Dios, como afirma nuestra Regla y que perfectamente coincide con los sentimientos de este año especial para la Iglesia. “En la propia alma todos hemos de pensar en repudiar el afecto particular, que sin duda es temporal, y amar en ella aquella sociedad y comunión de la que está escrito: Tenían un alma y un corazón dirigido hacia Dios. De esa manera tu alma no es tuya propia, sino de todos tus hermanos; y las almas de ellos son tuyas; o mejor dicho, las almas de ellos y la tuya no son almas sino la única alma de Cristo” (Carta 243, 4).

Pidamos al Dios misericordioso que nos permita vivir este año jubilar de tal manera que valoremos toda la riqueza de la espiritualidad agustiniana que nuestra Orden posee y que no podemos simplemente quedarnos en buenas intenciones y bonitas palabras, sino que en verdad puedan concretarse en nuestra relación con el otro en nuestra propia comunidad religiosa y con todos aquellos laicos que se relacionan con nosotros.

                              P. Fray Manuel Eduardo Calderón Contreras, O.S.A.

                                    Formador de novicios.

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