La grandeza de los santos no solo consistió en una vida
plenamente pura y elevada, sino también en la manera de vivir aquello que
predicaban mediante su testimonio de vida siendo discípulos y testigos del amor
de Cristo en su vivir, de ahí la inmensa pequeñez de un hombre que antes que
Santo, fue hombre como lo vemos reflejado en sus escritos. ¡Está vivo este
testimonio! pues humildemente se ha inmortalizado por medio de letras que
irradian esa cercanía con aquel que lo hiso ser, y Es obra de aquel que es Camino
Verdad y Vida (Jn 14, 6) pues caminó en el que es el Camino,
buscó incansablemente al que es la Vedad y vivió este discípulo en aquel
que es la Vida es decir, su Maestro.
Tenía este hombre lleno de amor el corazón pues comprendió
y se mantuvo en la vastísima doctrina de las sagradas escrituras, pues leyendo
al Apóstol de los gentiles, dice en su Sermón 350, a sus fieles,
refiriéndose al amor: “la caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por
tanto, la ley de su plenitud; (Rom 13, 10) y en
otro lugar: el fin de este mandato es la caridad que procede de un
corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera. (1 Tim 1,5)” y
se mantuvo firme en cumplir el mandato del amor que no es más que el
cumplimiento del precepto. Ser discípulo para Agustín le exigió con ánimo
seguro dejar aquello que no le permitía entrar por la puerta angosta “la
soberbia”.

“Él
es el más hermoso de los hijos de los hombres hijo de Santa María, esposo de la
Santa Iglesia, a la que hizo semejante a su madre y para sí la conservo
virgen…lo que María mereció tener en la carne, la Iglesia lo conservo en el
espíritu; pero con una diferencia: María dio a luz a uno solo; la Iglesia
alumbra a muchos, que han de ser congregados en la unidad por aquel único” (Sermón 195, 2).
Entendió tan insigne varón el lugar de María como Madre,
semejante en la maternidad a la Santa Iglesia, de la cual él será un acérrimo
defensor e incansable protector, por esta razón Agustín dice que María dio a
luz a uno solo mientras la Iglesia alumbra a muchos, no menoscabando
el Papel de su Madre, sino como dice en su Sermón
Santa es María, bienaventurada es María, pero mejor es la
Iglesia que la virgen María. ¿Por qué? Porque María es una porción de la
Iglesia, un miembro Santo, un miembro excelente, un miembro supereminente, pero
al fin miembro de un cuerpo entero. Si es parte del cuerpo entero más es el
cuerpo que uno de sus miembros. El señor es Cabeza y el Cristo total es cabeza
y cuerpo. ¿Qué diré? Tenemos una cabeza divina, tenemos un Dios como cabeza. (Sermón
72 – A, Denis 25, 7: PL 46, 938)
En conclusión el papel de María como madre de Cristo y como
madre suya no se ve menoscabado y es nuestro deber como agustinos seguir la
huellas de nuestro padre Agustín que nunca se cansó de defender a su Madre, y
darle el lugar que merecía como bienaventurada, como miembro santo,
excelente y supereminente; y como habla en el sermón 195 Cristo hiso semejante a María
y a su esposa la Iglesia en la Maternidad.
Como Nicodemo, este hombre tuvo que nacer de nuevo,
acogiendo en su corazón el pasaje evangélico “En verdad, en verdad te digo
que el que no nazca de agua y Espíritu no puede entrar el reino de Dios” (Jn 3,
5) y ¿cómo podía mentir aquel que dijo “yo soy el camino la verdad y la
vida”? (Jn 14, 6); fue necesario que Aurelio Agustín acogiese a María y a
la Santa Iglesia como madre, para nacer de nuevo mediante el agua y el
Espíritu, y formar parte del cuerpo de Cristo, y como dije anteriormente,
caminar por el que es Camino, buscar al que es la Verdad
y cumplir su meta que era vivir y morir en el que es la Vida, por
esta razón fue este Hombre – Santo un discípulo amado, hijo del Padre
Celestial.
Fray Anyer Alonzo Vega Pantoja, O.S.A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario