miércoles, 22 de junio de 2016

Agustín discípulo amado.

La grandeza de los santos no solo consistió en una vida plenamente pura y elevada, sino también en la manera de vivir aquello que predicaban mediante su testimonio de vida siendo discípulos y testigos del amor de Cristo en su vivir, de ahí la inmensa pequeñez de un hombre que antes que Santo, fue hombre como lo vemos reflejado en sus escritos. ¡Está vivo este testimonio! pues humildemente se ha inmortalizado por medio de letras que irradian esa cercanía con aquel que lo hiso ser, y Es obra de aquel que es Camino Verdad y Vida (Jn 14, 6) pues caminó en el que es el Camino, buscó incansablemente al que es la Vedad y vivió este discípulo en aquel que es la Vida es decir, su Maestro.

Tenía este hombre lleno de amor el corazón pues comprendió y se mantuvo en la vastísima doctrina de las sagradas escrituras, pues leyendo al Apóstol de los gentiles, dice en su Sermón 350, a sus fieles, refiriéndose al amor: “la caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley de su plenitud; (Rom 13, 10) y en  otro lugar: el fin de este mandato es la caridad que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera. (1 Tim 1,5)” y se mantuvo firme en cumplir el mandato del amor que no es más que el cumplimiento del precepto. Ser discípulo para Agustín le exigió con ánimo seguro dejar aquello que no le permitía entrar por la puerta angosta “la soberbia”.
Ser discípulo para Agustín fue obedecer las palabras de la Santísima Virgen María “haced lo que él os diga (Jn 2, 5)” consejo que siguió hasta el último día de su vida, pues amó y defendió el papel de tan grande mujer, mujer donde la misericordia Divina se encarnó por amor y para salvarlos. Tomó Agustín la figura de esa Madre y fue un discípulo amado pues la recibió al pie de la cruz y la llevó a su casa, siguiendo las Palabras del Salvador y como no, si Agustín se sentía amado por Cristo “Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dijo a su madre: Mujer ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa” (Jn 19, 26 - 27) y dirá nuestro padre Agustín hablando de tan grande mujer:
“Él es el más hermoso de los hijos de los hombres hijo de Santa María, esposo de la Santa Iglesia, a la que hizo semejante a su madre y para sí la conservo virgen…lo que María mereció tener en la carne, la Iglesia lo conservo en el espíritu; pero con una diferencia: María dio a luz a uno solo; la Iglesia alumbra a muchos, que han de ser congregados en la unidad por aquel único”  (Sermón 195, 2).
Entendió tan insigne varón el lugar de María como Madre, semejante en la maternidad a la Santa Iglesia, de la cual él será un acérrimo defensor e incansable protector, por esta razón Agustín dice que María dio a luz a uno solo mientras la Iglesia alumbra a muchos, no menoscabando el Papel de su Madre, sino como dice en su Sermón
Santa es María, bienaventurada es María, pero mejor es la Iglesia que la virgen María. ¿Por qué? Porque María es una porción de la Iglesia, un miembro Santo, un miembro excelente, un miembro supereminente, pero al fin miembro de un cuerpo entero. Si es parte del cuerpo entero más es el cuerpo que uno de sus miembros. El señor es Cabeza y el Cristo total es cabeza y cuerpo. ¿Qué diré? Tenemos una cabeza divina, tenemos un Dios como cabeza. (Sermón 72 – A, Denis 25, 7: PL 46, 938) 

En conclusión el papel de María como madre de Cristo y como madre suya no se ve menoscabado y es nuestro deber como agustinos seguir la huellas de nuestro padre Agustín que nunca se cansó de defender a su Madre, y darle el lugar que merecía como bienaventurada, como miembro santo, excelente y supereminente; y como habla en el  sermón 195 Cristo hiso semejante a María y a su esposa la Iglesia en la Maternidad.


Como Nicodemo, este hombre tuvo que nacer de nuevo, acogiendo en su corazón el pasaje evangélico “En verdad, en verdad te digo que el que no nazca de agua y Espíritu no puede entrar el reino de Dios” (Jn 3, 5) y ¿cómo podía mentir aquel que dijo “yo soy el camino la verdad y la vida”? (Jn 14, 6); fue necesario que Aurelio Agustín acogiese a María y a la Santa Iglesia como madre, para nacer de nuevo mediante el agua y el Espíritu, y formar parte del cuerpo de Cristo, y como dije anteriormente, caminar por el que es Camino, buscar al que es la Verdad y cumplir su meta que era vivir y morir en el que es la Vida, por esta razón fue este Hombre – Santo un discípulo amado, hijo del Padre Celestial.  
Fray Anyer Alonzo Vega Pantoja,  O.S.A.

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